Por Juan Guillermo Gómez García / Consejero departamental de educación
Debo expresar mi total desacuerdo, como colega, por sus desafortunadas y anti-universitarias declaraciones expresadas en “El Colombiano” en días pasados sobre la crisis financiera y políticas que atraviesa la Universidad de Antioquia. Se precisa contener la indignación ante ellas y apelar al espíritu universitario, a la circunstancia de haber sido colegas del Alma Mater, para no precipitarse en una iracunda respuesta que roce el irrespeto y aun la grosería. Muchos de nosotros la encontraríamos justificable y bien merecida como reacción a sus (esas sí) irrespetuosas y groseras declaraciones. Siempre es posible bajar el nivel argumentativo, pero el suyo tocó fondo.
Usted es hijo de la Universidad de Antioquia, se debe a ella, ella le posibilitó estudiar el pregrado en economía, hacer la Maestría, fue distinguido con la Beca Colciencias- Fullbright y gracias a ella logró doctorarse en la Oklahoma State University. Fue profesor por décadas, fue decano, llegó a la máxima de sus distinciones como Rector entre el 2015 y 2018 y con este altísimo salario se jubiló. Hoy suma a esta jubilación la de ser Secretario de Despacho de la Gobernación, llegando a ingresos que, muy seguramente, superan por veinte o treinta veces lo que un/una profesor/ra de cátedra devenga, sin prestaciones ni garantías.
Usted, como economista y directivo universitario, parece haber olvidado, por rencor manifiesto (ventrílocuo del ignorantista gobernador Andrés Julián Rendón), los asertivos manuales ante las crisis financieras de las grandes instituciones, que atienden a la base de sus trabajadores más valiosos, el piso indispensable de una pirámide que afloja por todos los costados. Son los profesores de cátedra un piso indispensable de nuestra institución universitaria a que, justamente, antes que masacrarla laboralmente, como usted lo exige, debe protegerse, más aún encontrar en ella la salida de un túnel a la que usted contribuye taponar la salida.
Todas sus proposiciones para salir de la profunda crisis por que atraviesa la Universidad de Antioquia son falsas, mendaces, mal intencionadas. Sus declaraciones y recetas contaminadas son parte de la crisis y es de inferir que, usted como rector, contribuyó a provocar la crisis, y ahora como Secretario de Educación departamental, es uno de los artífices de las catástrofes que nos están devorando. Nada, nada, nada hace usted para orientar esta situación; solo la empeora, la agrava. Su silencio valdría no solo mil palabras, sino nos ahorraría mil necedades, que es lo que menos nos hace falta para buscar soluciones fiables y oportunas.
La propuesta de eliminar de la nómina la mitad de lxs profesores de cátedra es malintencionada, se traduce en la práctica a dejar miles de profesores, a lxs más vulnerables en el paro. Dejar a sus familias al borde de la inanición, sumidas en la incertidumbre, a sus hijos e hijas, a sus parejas y más cercanos dependientes en la calle. Yo propondría, por el contrario el duplicar al menos el salario hora cátedra, o triplicarlo, garantizárseles la dignidad y estabilidad laboral, darles una magnífica prima de compensación por sus declaraciones terroristas, regalares al final del año un ejemplar precioso de “La Vorágine” de José Eustacio Rivera, que este noviembre cumple 100 años de publicación (con la ñapa de un ejemplar en las mismas condiciones de “Ifigenia” de Teresa de la Parra, que también esté en su centenario de publicación) en lugar de enviarles este diciembre el sufragio del despido.
Debemos, es decir, estamos en la obligación como directivas (todo profesor es una directiva en la vida universitaria), de sacar a la institución de esta honda crisis, que pasa, ante todo, por prescindir de las directivas ineptas (colegas a la defensiva), sin reales y saludables propuestas. Las decisiones que se están tomando desde arriba se asemejan a un “sálvese quien pueda”, mientras ellas ven naufragar el barco a la distancia, aseguradas en sus botes salvavidas. La concurrencia de buena voluntad, de imaginación académica, de sentido democrático de la existencia de nuestra comunidad universitaria en riesgo, de sinergias inéditas de “primeras líneas”, es la posible y deseable solución a la multi-crisis. Lo demás es fardo, peso muerto institucional.
La vocación de saboteador del exrector Mauricio Alviar se ha cumplido, y por eso le rogamos comprar un bozal y ajustárselo antes de contaminar verbalmente más un ambiente denso, lleno de conflictos, plagado de ansiedades e inseguridades. Aquí hay que salir o empezar salir de una crisis (o multi-crisis), que quizá nos lleve años y años. No la agudice, por favor. Piense, por un instante, todo lo que debe a la Universidad de Antioquia, lo que le enseñó y respete su memoria. La Universidad de Antioquia, como en general la universidad pública (es la única universidad que existe, bajo el principio de esperanza), exige directivas renovadas, que participen en el gran debate nacional sobre la educación superior, que cursa o está por cursar en el congreso, un congreso amañado, depravado en su médula democrática. Precisa la nación colombiana de exponer y proponer y exigir una nueva universidad, un nuevo sentido de los estudios universitarios, capaz de superar las décadas de tragedia colectiva que nos regaló el funesto artículo 68 (“Los particulares podrán fundar establecimientos educativos”) de la Constitución Nacional del 91 y sus muchos beneficiarios.