Por Katalina Vázquez / / Equipo Territorial Unidad Para la Implementación del Acuerdo final de Paz

Desde los Diálogos de La Habana estamos en estas aulas abriendo la palabra a los entonces guerrilleros y guerrilleras, para su encuentro con la sociedad civil y la comunidad internacional, en este camino de sembrar la semilla de la reconciliación y el tejido de un país y una región que ha estado muy rota. Pero donde también ha sido ejemplares sus procesos de resiliencia y construcción de tejido social.

Hoy más que nunca -cuando vemos como se desmoraran los esfuerzos de diálogo con organizaciones insurgentes y armadas  en las necesarias mesas de la Paz Total- vale la pena reconocer el valor de la otrora guerrilla de las Farc por renunciar a un aparato de guerra, por entregar las armas y mantener su compromiso pese a los incumplimientos sistemáticos de los gobiernos de derecha que erigieron sobre el acuerdo un campo de disputa y lamentablemente de desangre.

Y a los tropiezos que hoy se mantienen en la materialización de garantías en un Estado que históricamente ha dado la espalda a su campesinado y su pueblo y que hasta ahora se está transformando hacia ese cambio y reformas que claman las mayorías: la tierra, la vejez digna, la dignidad también para la clase trabajadora que sostiene la economia de este país rico y diverso, entre otros.

Hoy son más de 430 firmantes y miles de líderes sociales y ambientales, que han puesto el pecho por las transformaciones trazadas en el Acuerdo de Paz, quienes han dado la vida en estos ocho años de la firma del acuerdo que sigue siendo desconocido por un gran sector de la sociedad, e incluso que se niega a ser apropiado e implementado en su integralidad por equipos de gobiernos locales que quieren re escribir el derecho a la paz y los esfuerzos negociados hacia la justicia social desde un enfoque de imperio de la ley, o de acciones de control.

Antioquia es muy especial en el escenario de la paz

Primero, porque es el departamento con mayor número de víctimas del conflicto armado. Acá han confluido todos los actores responsables entre ellos el Estado. Y también es un territorio donde la desinformación y los ataques hacia el Acuerdo han tenido más fertilidad. Por ejemplo, fuimos el departamento que sumó más votos negativos en el plebiscito. Y siguen reinando la estigmatización y las hostilidades en contra de los firmantes e incluso de quienes en buena hora se han ido acercando como sus aliados desde sus actorías profesionales, sociales y políticas.

Muchos de quienes están hoy en este auditorio han perdido a sus seres queridos en estos años, o han sido desterrados, de Córdoba a Urabá, de Ituango a Mutatá, a Granada, de  Vigía del Fuerte a Urrao, y han vuelto a pararse, a recomponer su cultivo, y sus entornos familiares para persistir en las luchas por la tierra. Es decir haciendo honor a su lucha insurgente histórica y a lo que se comprometieron en el Acuerdo: continuar su disputa por el poder por la palabra, y con sus aportes a la Verdad y la Reparación.

El camino pues ha sido dificil, quizá más de lo que esperábamos. E incluso el Acuerdo mismo ha sido víctima de entrampamientos y montajes judiciales que llevaron al rearme de destacados liderazgos y militancias.

Todo este panorama de las dificultades para decir por qué hoy a los firmantes les decimos GRACIAS con mayúsculas. Con ustedes hemos aprendido el significado profundo de la camaradería, de la esperanza en medio de los tropiezos, y del amor por la tierra y el pueblo colombiano. Desde la Unidad de Implementación del Acuerdo de Paz deseamos que su compromiso, que la luz que hoy nos traen con sus hijos e hijas, con esa fuerza y trabajo sin descanso, sigan iluminando el camino por el milagro de la Paz en la Nueva Colombia.

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